Motos, más motos, bicicletas y un submarino

Miércoles, 13 octubre de 2011

Dormimos como señores. A las cinco nos pone en marcha el teléfono-despertador. Desayuno estupendo a las 6: Sopita de pollo con verduras, frutas, ensalada, zumo de guayaba y café. Muy bien. Nos hemos registrado en la ICOMSc (International Conference on Mathematics and Sciences) y Jesús gasta el último cartucho y quince minutos recitándome el tema para hacer un poco de tiempo porque la ceremonia inaugural no empieza hasta las 9. Hago unas fotos en la sala de conferencias pero decido no quedarme a la charla. Prefiero aprovechar para conocer de cerca el movimiento de la ciudad.


Camino por una calle ancha entre un montón de motocicletas. Cruzar a la otra acera es una auténtica osadía incluso en los pasos de cebra. No queda más remedio que lanzarse a ciegas mirando por el rabillo del ojo. Puro masoquismo. Al final, vas a ver por adelantado que te atropellan y que no tienes nada que hacer. Casi mejor no enterarse. Al final, como siempre, todo sale bien. Hago muchas fotos de motos.
Entro en la oficina de turismo, donde me atienden como a un marqués. Pienso en principio que son muy atentos o quizás me confunden con Robin Williams, como le pasó a la recepcionista del hotel, pero al final me entero de que soy la única persona que ha pasado por la oficina en el día. Por eso y sólo por eso me miman. Poco después, descubro tirado en medio de la calle un submarino auténtico. De ahí me acerco a conocer la estación de ferrocarril (¡vaya manía que tengo con las estaciones!). Por desgracia me tengo que conformar con verla por fuera porque el guardia de la puerta no me permite nada más que asomar la cabeza. Me entretengo un rato en un control policial exclusivo para motocicletas y un poco más observando la proliferación que hay de “talleres” callejeros para estos vehículos tan abundantes en la ciudad. Te arreglan una avería en la cadena, te reparan un pinchazo o te forran el asiento de la moto en un minuto con tal de que te arrimes a la acera. 

El ambiente es un poco contradictorio. Se ve pobreza en la calle, que contrasta con la opulencia que irradian los modernos centros comerciales recién inaugurados y, en la calzada, vehículos de dos ruedas de pequeña cilindrada comparten los atascos con lujosos coches de marca. Después de un rato no le encuentro ningún encanto especial al callejeo. El urbanismo de la ciudad es rutinario y más bien soso salvo escasas excepciones. Bien es verdad que la gente es amable y siempre te atienden con una sonrisa. Además, pienso, no me importa en absoluto porque a mí las fotos me gustan de todo y estoy convencido de que la genialidad de una imagen no tiene nada que ver con el motivo fotografiado. 

Me meto en un centro comercial, moderno, a curiosear sobre los precios que tienen las cosas en esta esquina del mundo (esto me recuerda a Castelao: "Galicia es la mejor esquina del solar hispánico, confín del mundo antiguo y avanzada de Europa en el mar inmenso de la libertad") y compruebo que en tecnología y entretenimiento no hay grandes diferencias. Quizás en hogar, en alimentación y en textil, se nota bastante más. Me paro en la pescadería y veo que el pescado lo venden vivo (también las serpientes), lo eliges, lo sacan del acuario y si quieres te lo echan directamente a la brasa. No distingo los pescados de aquí, no son los mismos, pero el precio oscila entre 15 y 25 céntimos los 100 gramos. A la vuelta, de regreso al hotel, me paro a hablar con el conserje de un edificio con un patio grande lleno de motos. Le pregunto si es un colegio, me dice que sí un poco distante, pero empezamos a hacer buenas migas cuando le digo que soy profesor y que he venido a la Conferencia de Matemáticas y Ciencias. El hielo se rompe definitivamente cuando le digo que vengo de Madrid y me recita de carrerilla la alineación del Real Madrid empezando por Casillas y terminando por Cristiano Ronaldo. ¡Hace más por la paz universal el fútbol que muchos tratados internacionales!
En el hotel, Jesús charla con Melania, una de las responsables de organización de la International Conference on Mathematics and Sciences (ICOMs). Les hago unas fotos de recuerdo y también a Jesús en la sala de conferencias en la que ha presentado la ponencia. Después nos vamos a pasear hasta que anochece. Nos metemos en un centro comercial de lujo, modernísimo y recién inaugurado, Grand Prix. La cena, en Yammie Hotplate, dos platos calientes a base de pollo con noodles, cebolla y verduras con una bebida de té frío, nos cuesta 45.000 rupias (algo menos de 4 euros). De regreso al hotel nos entretenemos en el hall, en el que un cuarteto toca  música variada. Nos tomamos dos cervezas cada uno y nos cuesta cada cerveza más cara que la cena de los dos, 186.340 rupias en total (16 €).

1 comentario:

  1. Viajeros!!! Ya veo que estáis aprovechando el tiempo de lo lindo, ahí sin perderse el primer rayo de sol! a quién madruga Dios le ayuda, verdad tío?!
    Allí no dan premio?! o es el que os habéis gastado en la suculenta cena de noodles....? Qué envidia! eso tiene que estar riquísimo!
    Pues nada, José Luis, aquí estaré esperando las noticias... A disfrutarrrrrrrrrr

    ResponderEliminar