El grave problema del cambio

Jueves, 14 octubre de 2011.


Optamos por no poner despertador con todas las consecuencias y nos levantamos un poco justos de tiempo. Desayunamos con algo de prisa para que Jesús llegue sin apreturas a la Conferencia. Al final le sobra tiempo porque el asunto se ha demorado y comienza media hora más tarde. Escribo algo acerca del viaje y salgo a hacer unas fotos, pero me vuelvo pronto porque hace mucho calor a estas horas centrales del día, un calor húmedo y espeso, que pronto me hace empapar la camiseta y sentirme incómodo.

Jesús termina la ponencia con dos orejas y rabo. Es un artista y se ha convertido por méritos propios en el centro de atracción del congreso. El oro es suyo. Sólo un virtuoso, sólo él, sin ser matemático y con un inglés de andar por casa, es capaz de captar la atención de un auditorio de científicos y mantener boquiabierto, hablando de matemática borrosa, a todo un ramillete selecto de especialistas.

Terminada la bien ganada vuelta al ruedo, decidimos ir a un banco que hay al lado del  hotel a cambiar euros, algo rutinario y aparentemente intrascendente que se va a convertir en la aventura del día. En el banco, un banco local de nombre desconocido para nosotros, la chica que nos atiende se ríe como si no supiésemos bien lo que estábamos pidiendo, llama a un superior, que dice en primera estancia que lo van a solucionar, pero luego recula para remitirnos al Rabobank, que está justo enfrente.

Y ese es uno de los inconvenientes, que el Rabobank, está frente al hotel, es decir, en la otra acera, por lo que resulta inevitable tener que cruzar la calle. Esperamos un rato a que claree un poco el nubarrón de motos y coches pero el tiempo pasa y no se aprecia ninguna mejoría. Jalan Tunjungan, nuestra calle, es una arteria importante que recorre de sur a norte el plano de la ciudad camino del mar. Surabaya es una ciudad de cerca de tres millones de habitantes, que escasea de edificaciones en altura, por lo que se plantea desparramada y extensa. En lógica consecuencia, el personal está obligado a realizar largos desplazamientos y, para más inri, no hay transporte público en la ciudad, ni autobuses urbanos, ni metro. Yendo cada uno en su coche o en su moto es fácil entender que el trasiego de vehículos sea continuo. Pasado un cierto tiempo desde que salimos del banco, tiempo en el que todo nuestro avance había sido poner los pies en la calzada, pero sin movernos un solo paso dentro de la misma, se acerca con paso resuelto, con un silbato en la boca y un bastón luminoso en la mano derecha, el guardia de seguridad del banco, que ha estado observándonos y decide lanzarse a la calle a detener el tráfico, para que pudiéramos de alguna forma llegar a conquistar la acera opuesta. Supongo que nos vio totalmente incapaces. Se lo agradecemos. Si no fuera por él lo teníamos realmente complicado. Salvados.


Ascendemos las escaleras del famoso banco y al entrar nos encontramos con una preciosa oficina de 
hace 40 años en España: compartimentos diferenciados por secciones para el personal, separados por muros de madera noble a media altura y mucho espacio. Nos atiende una chica que nos pasa directamente a otra que, a su vez, desaparece de nuestra vista en cuanto le decimos lo que queremos y viene una tercera que se defiende mejor en inglés, para decirnos que para cambiar es preferible que vayamos al BCA que hay un poco más abajo y enfrente. Esta vez, en cuanto el segurata nos ve descender por las escaleras, se lanza a la calle silbato en boca a detener cabreado y con aspavientos el tráfico. Nos sentimos un tanto ofuscados y nos deshacemos en sonrisas al cruzarnos con él en mitad de la calzada.

La cara que pone la chica del BCA cuando le decimos que queremos cambiar dinero es de película. Primero nos dice que la operación de cambio es conveniente hacerla en el Swadesi Bank, pero al cabo de un rato parece que se quiere convencer a sí misma cuando afirma con rotundidad que lo mejor es ir a un Travel Agent que hay un poco más arriba llamado Pasopati. Al salir del banco y comprobar que tanto el Swadesi Bank como el Pasopati están en la otra acera nos entra una vergüenza horrible de pensar en el guardia de seguridad jugándose de nuevo la vida en medio de la calzada, que decidimos por la vía rápida que tampoco nos urge para nada el cambio y que ya compraremos rupias en cualquier momento y en cualquier lugar.

Al llegar al hotel pasamos por recepción para decirle a nuestra amiga Ludia que no nos funciona el teléfono de la habitación. Mientras hablamos vemos en una columna un cartel con las equivalencias del cambio de moneda (1 euro=11.460 rupias). Noto que a Jesús se le atraganta el inglés y yo me sorprendo rezando con fe para que la chica conteste que no, cuando le pregunta si podemos cambiar dinero. Con la respuesta nos entran a los dos y al mismo tiempo ganas de meternos debajo del mostrador: “Por supuesto, ¿cuánto necesitan?”


En la oficina de turismo me habían dicho que el City Sightseeing Bus era gratuito. Decidimos que no era mala idea acercarse a hacer el circuito para conocer algo más de la ciudad. Cogemos un taxi a la puerta del hotel. El conserje le dice a dónde vamos y le pregunta cuánto nos va a cobrar. Lo que marque el taxímetro. Es de los legales. Llegamos a la calle Taman Sampoderna, 6 a las 14:00. En principio pensamos que se había equivocado el taxista pero luego ya aclaramos que aunque es la House of Sampoerna, un museo del que nos habían hablado, el autobús panorámico sale también de allí mismo.

Como la salida es a las 15:00 horas aprovechamos para echar una ojeada al museo y al subir a la primera planta nos quedamos alucinados. Cerca de 4.000 chicas hacen cigarrillos a toda pastilla en una gran nave. Nos comenta la guía el mínimo diario que tienen que hacer y es escalofriante. Una selección con las mejores operarias (unas hacen cigarrillos, otras ponen la boquilla, otras preparan cajetillas, otras empaquetan, etc.) está produciendo en la misma primera planta en una urna de cristal (les ponen altavoces con rock rápido y el volumen a toda pastilla para que no atiendan a otra cosa) y la verdad es que se te ponen los pelos de punta viéndolas trabajar al ritmo que lo hacen para sacar 325 paquetes de cigarrillos a la hora.

Con los ojos como cuadros y 30 jóvenes de secundaria alrededor, nos metemos en el autocar. Nos da toda clase de explicaciones durante el trayecto Ina, una preciosa estudiante de literatura de 19 años, con la que hacemos buenas migas.

Al terminar decidimos coger un becak, una bicicleta con un carrito para dos personas, que por 30.000 rupias (menos de 3€) nos lleva al puerto. Resulta muy adecuado porque la velocidad permite hacer fotos cómodamente, nos mete por callejuelas en las que habitualmente no entras y además la gente te percibe como más cercano. El personal suele ser amable, atento, complaciente y con ganas de agradar. Por regla general, no sólo no ponen reparos, sino que les resulta halagador que les fotografíes. En el puerto se nos pega un paisano un poco plasta, cuyo gran objetivo es que le compremos un paquete de Marlboro. La gente se hacina en las inmediaciones de la entrada al terminal, esperando el barco de regreso a Madura, en la otra isla al norte de Java. Echamos una breve ojeada por la zona y decidimos iniciar el regreso. Se ve al personal cansado y con ganas de llegar a sus casas. No es cosa de molestar. Apalabramos con un taxista por 4 euros y pico, 50.000 rupias (en principio nos pedía 100.000) la vuelta al hotel. Cenamos en Matahari en un sitio que se llama Mister Baso: Dos platos calientes con dos tés 53.500 rupias (5€)

4 comentarios:

  1. Estoy segura de que no soy la única que lee con envidia (ojo, envidia sana) cada una de las aventuras de los madrileños por Indonesia. Si buscar un banco para cambiar dinero recuerda a una de las Doce pruebas de Asterix, que les esperará a estos aventureros en los próximos días...
    Lo único que da terror son los GB de fotos que vendrán de vuelta jeje
    Besos desde Madrid

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  2. Jajaja, buenísimo lo del banco, por favor, jajaja, ya os imagino de un lado para otro, qué risasssss, jajajajaja

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  3. ¡José Luis, Jesús!, qué viaje tan fantástico, hacía tiempo que no me reía tanto, hubiera dado miles de rupias por veros la cara cuando supistéis que podiáis cambiar en el hotel.

    Jesús, lo de las matemáticas borrosas tienes que darme alguna lección, eso si, sencillita para los de letras puras. ¡mi enhorabuena por tu excelente ponencia!

    José Luis, eres un maestro de la palabra y de la fotografía, gracias por dejarnos este legado de disfrute verbal y visual.

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  4. Gracias, Meli, por tu cariñoso comentario y por los elogios al trabajo.
    La verdad es que fue un viaje muy agradable, de esos que contribuyen a abrirte un poquito los ojos y te ayudan a relativizar.
    Tenemos que vernos en algún momento para que Jesús te cuente algo de esa ciencia exacta que domina, que es la matemática borrosa.
    Un beso.
    José Luis

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