Besakih, Kintamani, Ulun Danu Batur, Tegallalang

Miércoles, 19 de octubre de 2011.



El día se despereza risueño. Amanece. Con las primeras luces del día afloran tímidos trinos de pájaros que muy pronto se redoblan y crecen. En Bumi Ayu Bungalows el plato fuerte del desayuno es la fruta. Zumo de papaya, plato de sandía y té con dos tostadas. Coincidimos en el comedor a primera hora con otras personas de edades y procedencias diversas. Fundamentalmente son australianos y norteamericanos, aunque también hay una pareja de alemanes y algún francés. Independientemente de sus edades, sexos, nacionalidades o religiones, todos comparten obesidad. Es verdad que las estadísticas no pueden ser fiables si no están amparadas por la ley de los grandes números pero, aunque no tenga carácter científico, la conclusión inevitable es que el mundo desarrollado está sobrealimentado.

Nos movemos con ganas y con algo de inquietud, Bali nos espera. Arrancamos hacia el norte de la isla, camino del templo de Besakit, situado en las laderas del monte Agung, el más alto de Bali (3142 m). Hemos apalabrado esta ruta (que llamamos "del este") con Nyoman Surata en 300.000 rupias (25 euros). Sin forzar demasiado la máquina hemos rebajado un 25% el presupuesto inicial, que era de 400.000 rupias. En la ascensión, paramos un momento en Bukit Jambull para fotografiar las plantaciones de arroz que, sin lugar a dudas, se lo merecen. Por aparcar el coche para hacer las fotos nos cobran 2.000 rupias (15 cts.). Mientras disparamos las cámaras nos asaltan varias vendedoras para colocarnos un sarong, una especie de pareo que, al final y a pesar de su insistencia, no compramos.

Cuando retomamos la marcha nuestros comentarios se centran en la potencia que exhibe la naturaleza. Sobresaliente alto. Al llegar a la explanada en la que hay que dejar los coches tenemos que aflojar la pasta otra vez por aparcar. En este caso 5.000 rupias (40 cts.). La entrada para visitar el templo (Pura Besakih), nos cuesta otras 15.000 rupias por barba (1,2 €). Desde la distancia observo que Jesús se enzarza con el tipo que está en la entrada. Me acerco. El listillo del mostrador quiere que le paguemos por narices otras 20.000 rupias por un guía que no pedimos ni queremos. Nos negamos. Le decimos que preferimos ver el templo a nuestro aire pero el tipo insiste. Al final, nos tenemos que poner farrucos y le exigimos, ya muy seriamente, que nos devuelva las entradas. Viendo que la cosa se pone un tanto chunga opta por desistir y asume que no va a conseguir el extra que pretendía. Nos devuelve de malos modos las entradas. El acceso al templo está en una cuesta pronunciada. De inmediato se acerca una nube de moto-taxis, que rechazamos, para subirnos. Mientras andamos hacia lo alto, se nos pega un guía que se ofrece por el 10% de lo que nos quería cobrar el espabilado de la puerta y que, además, resulta ser muy bueno.

El templo de Besakih, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es en realidad un complejo conformado por 22 templos. También es conocido por el nombre de Templo Madre, por entender la gente que es en éste en el que se alojan los dioses cuando descienden a la tierra, lo que le convierte en el más importante de la isla. Los templos menores, que rodean al principal, pertenecen a familias. Se puede calcular fácilmente el linaje de éstas en función del número de alturas. Cuantos más pisos tenga el templo, más poderoso es el clan. Desde la altura se divisa un amplio panorama del valle con vistas espectaculares. La ubicación del templo es privilegiada, envidiable. 

Al terminar la visita, después de un par de horas de disfrute, enfilamos rumbo hacia el volcán Batur. Surata se detiene en un punto estratégico de Kintamani para que disfrutemos de la panorámica que se presenta ante nuestros ojos. Una posición de lujo que nos permite la visión conjunta de los dos grandes colosos de Bali, Gunung Batur y Gunung Agung y del lago Danau Batur, un paisaje de ensueño que nos deja un tanto impresionados. Paramos cerca de allí a comer en un restaurante con una preciosa vista panorámica del volcán y el entorno. Disfrutamos del paisaje desde la terraza y comemos opíparamente. La gente nos interrumpe con frecuencia para hacerse una foto en el mirador con el incomparable Gunung Batur al fondo. El buffet cuesta 70.000 rupias por cabeza a las que hay que añadir 28.000 de las bebidas. En total pagamos entre los dos 14 € (168.000 rupias).

Desde allí nos acercamos a otro templo cercano, el de Ulun Danu Batur. En éste nos cobran 20.000 rupias. Nada más entrar nos dicen que, además del sarong que llevamos, es necesario ponerse un cinturón y una diadema (otras 10.000 rupias). El templo protege de los malos espíritus y está dedicado a Dewi Ida Betawi, que es la diosa que abastece de agua a la zona. Comprobamos en el interior la religiosidad de los locales, que portan y distribuyen ofrendas por todos los altares, mientras oran y se purifican con agua bendita.

Al retomar la carretera nos sorprende un continuo peregrinaje de mujeres que circulan en nuestra misma dirección con bandejas de ofrendas en la cabeza. Un poco más adelante aparece ante nuestros ojos una enorme concentración de personas sentadas en la carretera y una gran cantidad de ofrendas depositadas allí mismo. Surata nos explica que es una ceremonia colectiva para tratar de calmar la ira de los dioses y pedir que no les castiguen con más terremotos como los de estos días. Por lo que a nosotros respecta, va desapareciendo la preocupación por el tema, nos vamos acostumbrando cuando comprobamos que la tierra no tiembla y que hay un clima de tranquilidad total. Es verdad que estas desgracias aparecen de repente, no avisan. Es curioso cómo nos aclimatamos. Hace tan sólo una semana los turistas estaban escapando despavoridos de la isla y ahora, al menos nosotros, estamos totalmente relajados.

La carretera nos conduce a Tegallalang, un sitio mundialmente conocido por las impactantes imágenes publicadas de las terrazas de arroz. Es alucinante comprobar cómo se las ingenia la gente para sacarle el jugo a la tierra en la que vive, por duro que ésta se lo ponga. Un terreno montañoso como éste es sin duda poco apropiado para los cultivos, debido a los acusados desniveles que dificultan sobremanera cualquier tarea agrícola que se pretenda realizar. Sin embargo, los nativos no regatean esfuerzos y agudizan el ingenio para conseguir que de allí salgan contra pronóstico unas excelentes cosechas de arroz. Realmente la visión que se presenta ante nuestros ojos es llamativa, aunque por desgracia no llegamos en el momento en que las terrazas están llenas de agua, lo que resta al paisaje unas décimas de espectacularidad.


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